Nezumi estaba en un túnel. Suspiró suavemente en la oscuridad. El aire olía un poco a tierra húmeda. Continuó caminando con cuidado. El túnel era pequeño. Lo suficientemente grande para que Nezumi pudiera escabullirse, además de que estaba oscuro. No había rastro alguno de luz, pero eso calmaba su alma. Le gustaba la oscuridad y los lugares pequeños. En esas zonas, aquellas largas formas de vida no podrían capturarlo. Tenía un momentáneo alivio y tranquilidad. De vez en cuando la herida en su hombro le punzaba, pero no era lo suficientemente fuerte como para que le importara. El problema, sin embargo, era la cantidad de sangre que había perdido. La herida no era profunda. Sólo había rozado su hombro. Para esos momentos, la sangre ya debía haber empezado a coagularse para cerrar la lesión. Pero aún podía sentir…una sensación cálida y resbalosa. Todavía seguía sangrando.
“Anticoagulante. Deben haber recubierto la bala con eso”
Nezumi mordió su labio. Quería algo para detener el sangrado. Trombina o sal de aluminio. No, ya ni siquiera eso. Agua limpia para lavar su herida, al menos.
Se le doblaron las piernas. Un mareó le llegó de repente.
“Esto está mal”
Era probable que se desmayara por la pérdida de sangre. Si eso pasaba, sería bastante malo. No pasaría mucho para que no pudiera moverse.
“Pero tal vez no debería importarte”
Escuchó una voz en su interior.
Tal vez no sería tan mala idea acurrucarse, inmóvil, mientras esa húmeda oscuridad lo envolvía. Le daría permiso al sueño de recorrerlo, a un profundo sueño…y a una muerte tranquila. No dolería, al menos no mucho. Probablemente sentiría un poco de frío.
No, era demasiado bueno para ser verdad. Su presión sanguínea colapsaría, y no podría respirar debido a sus pulmones paralizados…Por supuesto que sería doloroso.
“Quiero dormir”
Estaba cansado. Frío. Dolor. Entumecimiento. Sólo sufriría por un rato más, se dijo a si mismo. Quedarse quieto en vez de luchar. Puede haber personas persiguiéndolo, pero nadie irá a rescatarlo. Entonces sólo debería darle un fin a su vida. Acostarse ahí y sólo dormirse. Darse por vencido.
Sus pies continuaron. Sus manos se apoyaban en las paredes. Nezumi esbozó una sonrisa forzada. Su voz interior le estaba diciendo que se rindiera, pero su cuerpo continuaba, necio. Todo era tan problemático.
“Tengo una hora. No, treinta minutos”
Treinta minutos era el tiempo límite para poder moverse libremente. En ese tiempo debía parar la hemorragia y encontrar un lugar para descansar. Los requerimientos básicos para sobrevivir.
Se sintió una corriente de aire. La oscuridad frente a él poco a poco se volvía más clara. Cada paso era meticuloso. Emergió del oscuro y oxidado túnel a un área más amplia, rodeada por paredes de concreto blanco. Nezumi sabía que esa zona formaba parte de las cloacas que habían estado en uso hasta hace algunos años, al final del siglo veinte. Al contrario de la superficie, las instalaciones subterráneas de No. 6 no eran muy bien cuidadas. La mayoría había mantenido la apariencia que tenía desde el siglo pasado. Este túnel de alcantarilla era sólo uno más de muchos, abandonado y olvidado. Nezumi no pudo haber pedido un mejor lugar. Cerró sus ojos y visualizó el mapa de No. 6 que había extraído de la computadora.
Había una buena probabilidad de que esa fuera la ruta K0210, abandonada. Si lo era, entonces debía extenderse cerca de las residencias élite llamadas Chronos. Por supuesto, no descartaba la posibilidad de que lo guiara a un callejón sin salida. Pero si había decido vivir, entonces seguir moviéndose era su única opción. En la actual situación de Nezumi no tenía tiempo para considerar detalles.
El viento volvió a moverse. No traía aquella horrible humedad de antes, sino una más fresca. Recordó que arriba había estado lloviendo. Ese pasaje definitivamente estaba conectado con la superficie.
Nezumi inhaló y olió la esencia de la lluvia.
El 7 de Septiembre del 2013 fue mi cumpleaños número doce. Ese día, un sistema tropical de baja presión, también conocido como huracán, que se había desarrollado hace una semana fuera de la zona suroeste del Océano Pacífico Norte, había tomado dirección norte, haciéndose más fuerte, hasta dar por completo a la ciudad de No. 6
Fue el mejor regalo de cumpleaños que pude haber tenido. Estaba muy emocionado. Sólo eran las cuatro de la tarde pero ya estaba oscureciendo. Los árboles del patio se movían por el viento, mientras hojas y pequeñas ramas volaban. Amaba el extravagante sonido que hacían. Era completamente diferente a aquella atmósfera silenciosa del vecindario, que difícilmente se veía sumergida en algún tipo de ruido.
Mi madre prefería pequeños árboles en vez de flores, y se dedicó entusiastamente a plantar almendras, camelias y acres por todo el lugar, nuestro patio había sido cubierto por una pequeña arboleda. Pero gracias a eso, el sonido de hoy era inigualable. Cada árbol rugía diferente. Hojas y ramas rotas se atoraban con la ventana, aplastándose contra ella, para luego ser llevadas de nuevo por el viento. Una y otra vez, ráfagas de viento daban contra el vidrio.
Sentía la tentación de abrirla. Aún vientos tan fuertes como esos no podían hacer nada contra el vidrio reforzado, y en este cuarto con ambiente controlado, la humedad y la temperatura permanecían estables y sin cambios. Por eso quería abrir la ventana. Abrirla y dejar pasar al aire, al viento, a la lluvia, a algo fuera de lo común.
- Shion – llamó la voz de mi madre desde el intercomunicador – espero que no estés pensando en abrir la ventana
- No
- Muy bien… ¿Escuchaste? Las partes bajas del Bloque Oeste están inundadas. Es terrible ¿no crees?
No sonaba como si en verdad se sintiera mal por eso.
La tierra de No. 6 se había dividido en cuatro bloques: Este, Oeste, Norte y Sur. La mayoría de las partes Este y Sur eran para granjas o pastizales. Proveían del 60% de vegetales y el 50% de productos animales. En el Norte, había un bosque caducifolio y montañas, bajo la completa vigilancia del Comité de Administración Central.
Sin el permiso del Comité, nadie podía entrar a esa área. Al menos nadie que quisiera vagar entre los parajes salvajes y sin cuidar.
Al centro de la ciudad había un enorme parque forestal del tamaño de casi la sexta parte de todo el lugar. Ahí se podía presenciar el cambio de las estaciones e interactuar con cientos de especies de fauna pequeña e insectos que lo poblaban.
Una basta mayoría de ciudadanos estaban contentos con esa vida salvaje del parque. A mi no me gustaba mucho. Mucho menos el edificio del Ayuntamiento que se cernía al centro del parque. Tenía cinco pisos subterráneos y diez en la superficie, además de que estaba rodeado por una cúpula. No. 6 no tenía rascacielos, así que no “sobresalía” mucho. Sin embargo parecía muy siniestro. Algunos lo llamaban La Gota de la Luna debido a su forma redondeada y blanca, pero yo decía que se parecía más a una ampolla. Una que había salido en el centro de la ciudad. El Hospital y el Departamento de Seguridad estaban cerca, como si lo rodearan, y estaban conectados con pasillos que se parecían a las tuberías de gas. Alrededor de todo eso estaba el bosque. El parque forestal, un lugar de paz y tranquilidad para los buenos ciudadanos. Todas las plantas y animales que vivían ahí eran monitoreados cuidadosamente, y todas las flores, frutas y criaturas pequeñas de cada área eran grabadas exhaustivamente cada estación.
Los ciudadanos podían encontrar un buen lugar y observarlos a través del sistema de servicio ciudadano. Obediente, naturaleza perfecta. Pero incluso eso era azotado en un día como hoy. Era un huracán después de todo.
Un manojo de hojas verdes continuó pegando contra la ventana. Le siguió una ráfaga de viento, y su quejido resonó durante un tiempo. Pensé que al menos iba poder escucharlo. El vidrio a prueba de ruido no me dejaba oír nada. Quería quitar la ventana. Quería escuchar, quería sentir aquel furioso viento. Casi sin pensarlo, jale la ventana para abrirla. El viento, la lluvia, se adentraron. El aire retumbó como si viniera de las profundidades de la tierra. Era un rugido que no había oído en mucho tiempo. Alcé mis manos y grité. Debería ser opacado por los vientos de tormenta, por lo que ningún oído humano podría escucharme. Aún así grité, sin ninguna razón. Empezó a llover más fuerte. Qué emocionante sería poder quitarme la ropa y correr bajo la lluvia. Traté de imaginarme a mi mismo, desnudo, corriendo entre la tormenta. Definitivamente sería declarado demente. Era una tentación irresistible. Abrí nuevamente mi boca, ampliamente, y caché las múltiples gotas. Quería reprimir este extraño impulso. Tenía miedo de lo que acechaba dentro de mí. A veces, emociones salvajes, descontroladas e impulsivas me abrumaban.
Rómpelo.
Destrúyelo.
¿Destruir qué?
Todo
¿Todo?
Empezó a escucharse una alarma. Notificaba que la condición de la atmósfera del cuarto se estaba deteriorando. Conforme pasara el tiempo, la ventana automáticamente se cerraría y se bloquearía. Retiraría la humedad y el controlador de temperatura empezaría a trabajar, además de que todas las cosas mojadas en la habitación, incluyéndome, serían secadas instantáneamente. Sequé mi rostro con la cortina y fui hacia la puerta para apagar el sistema.
¿Qué hubiera pasado si, en ese momento, hubiera obedecido al sistema? Aún me pregunto eso a veces. Si hubiera cerrado la ventana y escogido permanecer seco en mi cómodo cuarto, mi vida hubiera sido completamente diferente. No es que me arrepintiera o algo así. Era sólo un pensamiento peculiar. Lo que cambió todo mi mundo, aquel tan meticulosamente controlado hasta ahora, ocurrió debido a esa pequeña coincidencia…esa que hizo que el 7 de Septiembre del 2013, durante un día de tormenta, me hizo abrir la ventana. Era un pensamiento muy peculiar.
Y aunque no tengo un dios en particular en el que creo, hay veces que siento que el término “ayuda divina” queda muy bien.
Apagué el sistema. La alarma dejó de sonar. Un silencio repentino cayó en la habitación.
- Je
Escuché una risa débil detrás de mí. Me giré instintivamente y di un vistazo. Había un chico parado ahí, goteando de lo mojado que estaba. Me tomó un rato notar que era un chico. Tenía su cabello hasta los hombros, cubriendo casi por completo su rostro. El cuello y los brazos que salían de la playera de manga corta eran delgados. No podía decir si era hombre o mujer, mucho menos si era más joven o viejo de lo que aparentaba. Mis ojos y atención se centraron en su hombro izquierdo, manchado en rojo, como para poder pensar en otra cosa.
Era el color de la sangre. Nunca había visto sangrar tanto a alguien. Sin pensarlo extendí mi mano hacia él. La silueta del intruso se desvaneció entonces. Al mismo tiempo sentí un impacto, había sido acorralado fuertemente contra la pared. Una sensación fría rodeó mi cuello. Eran dedos, cinco, cerrándose alrededor de mi garganta.
Continuará en parte B
^-^
